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Notas de interes

EL CANILLITA

8/27/2021

En mis años de infancia, junto a los amigos barriales y compañeros escolares, encontrábamos en las revistas de historietas un saludable pasatiempo, se puede decir una pasión, que nos transportaba sanamente al mundo de la fantasía y la imaginación, introduciéndonos casi sin darnos cuenta en  la afición a la lectura y literalmente familiarizándonos con el correcto uso de la ortografía. Cada uno tenía su pequeña colección de revistas, como no abundaba el dinero, utilizábamos el método de canje para ampliar la diversidad de publicaciones, y así entre tantas otras pasaban por nuestras manos: Billiken, Mundo Infantil, Pato Donald, Patoruzú, El Tony, Intervalo, D’Artagnan, Pimpinela, Rico Tipo, Puño Fuerte, Superman, Mandrake, Misterix, Capicúa, Avivato, Tía Vicenta.

 

En mi barrio, Flores Norte, había varios puestos de diarios, mi proveedor habitual era el viejo Abdul, un sirio-libanés, madrugador, con su viejo saco descolorido que usaba durante los doce meses del año y su espantosa gorra de lana, cargaba todas las mañanas un estilo de estantes de madera de su propia creación, utilizada a manera de exhibidor de diarios y revistas,  instalándose en la esquina de Gaona y Cuenca, con autorización del japonesito dueño de la tintorería Nuevo Tokio, titular del espacio. Los martes muy temprano, retiraba mi ejemplar del Pato Donald., el jueves Billiken. Cada tanto, si las cosas andaban bien, mi padre me tiraba algún dinerillo para llevar a casa el número semanal de El Gráfico. Con las láminas de los jugadores de la Selección Nacional que traía la revista tenía decorada mi habitación; Carrizo, Angelillo, Maschio, Marzolini, Rattín, Sívori… los domingos sin falta La Nación, con su suplemento color sepia. También en ocasiones visitaba el pequeño local de Moral, un comerciante con todas las letras, un gran tipo, siempre dispuesto a darte una mano, además de diarios y revistas, helados y golosinas; los caramelos media hora, las pastillas Volpi y los Chiclet’s Adams, eran en aquel tiempo, los únicos vicios de los pibes del barrio. El local de Moral estaba situado en la Avenida Gaona, entre Nazca y Argerich, frente al cine Imperio, centro principal de esparcimiento del vecindario, en fin, la nostalgia nos lleva a tiempos pasados.

 

EL CANILLITA, este querido y singular personaje, era en aquellos años un miembro inequívoco en cada barrio. La curiosidad me llevó a investigar, deteniéndonos a pensar que el origen de una palabra, a veces, puede traer a nosotros una historia que no conocíamos. Tan acostumbrados estamos a usarlas en nuestra vida diaria que es normal que no reparemos en sus particularidades. ¿De dónde viene el término canillita?.

 

Por si algún distraído no lo sabe, en Argentina y en Uruguay, un canillita es un vendedor de periódicos. En un principio, se llamaba canillitas a los niños que salían a vender el diario por las calles, en su versión matutina o vespertina. Hoy, el término es usado también para los vendedores adultos e, incluso, para los que poseen puestos fijos, es decir, los clásicos “kioscos” de diarios y revistas.

 

¿De dónde viene el término?

 

Pero ¿por qué se los llama canillita? Se cree que esa denominación surge de la obra del uruguayo Florencio Sánchez llamada –por supuesto- Canillita. En ella se cuenta la historia de un joven de aproximadamente 15 años, que trabajaba como vendedor de periódicos en la calle para mantener a sus padres. Sin embargo tanta es su pobreza que sus pantalones le quedaron cortos cuando “pegó el estirón” adolescente. Esto hace que queden al descubierto sus “canillas”, que es el nombre que se le da al hueso de la tibia.

 

Soy canillita, gran personaje, con poca guita y muy mal traje.

 

Algo travieso, desfachatado, chusco y travieso, gran descarado.

 

Soy embustero, soy vivaracho, y aunque cuentero, no mal muchacho.

 

Muy mal considerado por mucha gente, soy bueno, soy honrado.

 

No soy pillete, y para un diario, soy un elemento muy necesario.

 

FLORENCIO SÁNCHEZ

 

En Argentina, desde 1947, el 7 de noviembre es el Día del Canillita, en homenaje a la fecha de fallecimiento de Florencio Sánchez. Un oficio que aún continúa vigente, pese a la marea de noticias digitales y la multiplicación de medios. Porque ¿hay algo más lindo que sentarse en un café y desplegar el diario de papel en todo su esplendor?

 

AK